Tuesday, June 16, 2015

Changos




III

Changos

Al pájaro se le conoce por la churreta.”

Refranero Puertorriqueño 

Ya cercana la fecha para su graduación Universitaria de Bachiller en Artes con grado en Ciencias Políticas, hijo de pobre pero muy soñador, Fermín Prieto, con el único peso que le quedaba para pasar el fin de semana, decidió comprar una empanadilla que le sirviera para sostenerse en lo que llegaba el lunes cuando por fin cobrara el último cheque de la beca que le correspondía del año académico. Aquel pastelillo humeante preparado en harina de pan, relleno de queso y salsa barata, representaba un delicioso manjar cuyo calor vaporos, le hacía pensar que era lo que merecía en adelanto para calentar el estómago para el hambre que tendría que sufrir durante el fin de semana que comenzaba. Le tocaba otro sábado y domingo en ayuno involuntario y por lo menos quería engañarse con aquella merienda tan común entre los universitarios de entonces. Era la tan famosa empanadilla de pizza, un invento muy isleño. Los viernes eran tan solitarios en el recinto universitario que no tuvo reserva alguna en pedir al pelao, una empanadilla de a peso sin refresco o bebida alguna para bajarla con un vaso de agua que por cinco centavos adicionales le sirvieron justificando que cobraban el hielo. Su ya acostumbrado estoicismo, celebraba la antesala de aquel banquete mientras se dirigía a una de las bancas destinadas a merendar por costumbre, en medio de las interminables charlas de tantos compañeros que hasta por distraídos ni llegaban a sus respectivas clases. Ese no era el caso un viernes en la tarde, todo estaba en silencio y solitario. Entre el hambre que apretaba y el aroma fluido de aquella empanadilla, el trayecto entre el quiosco y la mesa de merendar se hacía infinito como infinita fue la sorpresa que vino de arriba. ¿Por qué en un lugar de comida habían dejado expuestas las vigas sin un plafón que las ocultara y más aún que protegiera al merendante de los bombardeos como fue aquel caso que desde dichas trincheras elevadas lanzaran los mozambiques a los alimentos de algún descuidado estudiante. Fermín no lo podía creer. Nunca un chango de aquellos, le había hecho cosa parecida, al menos a uno a sus alimentos, pero ese era el día de probar su hambre o su paciencia. Daba por empezado el ayuno o sacudía la gracia por uno de aquellos pájaros negros que con avanzada picardía se las ingeniaban para hacer de los alimentos ajenos, los propios. Prieto de apellido y prieto como las plumas de aquellos pájaros impertinentes, meditó y reflexionó sobre el despojo fecal sobre su único alimento, lanzado desde las dichosas vigas al descubierto. Miró a todos lados verificando que nadie le observara, sacudió como pudo aquella gracia del pájaro sin saber que al igual que las gallinas todo plumífero mea y caga a la misma vez por lo que pasó inadvertido que el sumo de aquel depósito de última hora se había filtrado a las delicias que rellenaba aquella empanadilla que de repente apretó suavemente con la servilleta cerciorándose que aún tenía para romper el ayuno.

–Entre por aquí. ¡Por ahí no, por aquí! ¡Pero qué tipo tan despistado! ¿Cómo te llamas? 

Sin que nadie le hubiera dado respuesta aquel chango prosiguió como si nada. 

¡Prieto, prieto, como nosotros los changos! ¡Pero pasa, no te quedes ahí parado, o mejor dicho ahí flotando! Ja ja ja… — Estalló en risotadas incontenibles el pájaro. —Adelante. —Tomando compostura y con voz muy engolada y sobria. — ¡Este es el cuarto, la sala!

  • ¿Cuarto, sala, de qué?
  • ¡Ah, conque sabes hablar! Ya me estaba imaginando que eras mudo o tarado. Bueno lo de tarado veremos, porque por hablar no me evidencia nada.
  • ¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando?
  • Preguntas, preguntas, blah, blah blah… Siempre confundidos, vienen a la Universidad, a la IUPI que es la favorita, la de la jodedera, la de fumar pasto y meterse cuanta porquería encuentras y luego tan tontos: ¿Dónde estoy? ¿Qué es eso? ¿Quién es usted? ¿Los changos hablan? Ya te adelanté dudas y preguntas, así que ni te atrevas…
  • ¿Qué carajo tenía esa empanadilla?
  • Entre risotadas: ¿Y preguntas? ¡Mierda de chango!
  • Mierda de chango será usted y ni siquiera soy chango, mida sus palabras.
  • Eres tarado, definitivamente. ¡Loco! La empanadilla tenía mierda de chango; y si te fijas, te das una mirada de arriba hacia abajo vas a descubrir algo interesante.

Fermín se miró desde los pies, o las patas, los muslos, el torso y finalmente lo que ya no era boca sino pico de pájaro, no tenía manos sino alas; se había transformado, había emplumado y el grito que quiso instantáneamente soltar no fue otra cosa que el chirrido estridente de un chango con conciencia recién despertada a su fatalidad. ¿Quién lo iba a entender? ¿Quién lo iba a creer? 

  • ¡Qué!
  • Eres un pájaro y más que pájaro, eres todo un chango, un “black bird”, envidia de los cuervo majaderos. — Le dijo el anfitrión a su repentino y asombrado huésped, 

mientras con delicia socarrona recogía su pico hacia atrás plegándolo de su cuello como si quisiera sacarse un piojillo de su pecho a la vez que celebraba con sonrisa pajaresca la presencia y confusión del recién advenido chango. 

  • “Shit.” Eso me pasa por estar leyendo tanto a Kafka, por guillármelas de intelectual.
  • Bienvenido, estás a punto de graduarte y nadie se gradúa ni lo aceptan en la escuela de leyes, porque ya lo sé todo, vas a ser abogado, vas a estudiar leyes en la escuela de la iupiii, sin que te vayas relacionando con lo que son las togas…
  • ¿Un chango con toga? ¿En serio?
  • ¿En serio, en serio, en serio? ¡Vaya originalidad esa de ustedes y el en serio ese! Mira cabrón, si quieres ver algo original acaba y pasa tu plumífero cuerpo por esta puerta para que veas lo que has venido a ver y que sin otro remedio te tengo que mostrar.

Resignado, no le quedó remedio que pasar por aquel umbral que desde el principio el chango gruñón le había indicado. De la claridad que había en la antesala, donde todo estaba rodeado por blanco puro e increíble sin que se vieran paredes, como un recinto pulcro en el más destellante marfil, interrumpido sólo, por aquellas dos presencias emplumadas en negro azabache para provocar el mayor contraste. Al pasar el umbral de aquella puerta en medio de la nada, todo se tornó en la más profunda obscuridad y sólo el amarillento color de los ojos de cada pájaro era lo que podía apreciarse. 

—¿Dónde estamos? — Preguntó con asombrada voz de recinto sacro, sintiendo el génesis de un Universo que apenas se empezaba a descubrir a la luz de su mente.  El otro pájaro, el gruñón y mucho más viejo, sin contemplación alguna de obscuridad, espacio o recinto, gritó: 

  • ¿No te lo he dicho ya? Estamos en el cuarto de las togas. Tú, no sólo vas a ser
    abogado. ¡Vas a ser juez, pendejo!
  • ¿Y por qué está todo tan obscuro?
  • Es por virtud de la luz que se hace a partir de las sombras, es por la presión que recibe el carbón para volverse diamante… ¡Es porque eres un mamao y no te das cuenta que a tu derecha hay un interruptor donde la puedes prender si es que la Autoridad de Energía Eléctrica, aún no nos ha suspendido el servicio! Sube el maldito “switch” para que veas. ¡Paciencia contigo! 

Parpadeando…

  • ¡Voilá! Gritó el chango gruñón. 
  • ¿Y para qué un chango ha de ponerse una toga?
  • Para lo mismo que se la pone un juez, para juzgar.
  • ¿Y desde cuando los changos juzgan?
  • Desde siempre. Juzgamos todo y a todos. Sentenciamos y condenamos. A ti por ejemplo el mismo momento que compraste la empanadilla estabas juzgado. No te atrevías comprarla frente a la multitud, esperaste a estar solo para no pasar a tu ego por la vergüenza de mostrarle al mundo que no tienes dinero. Estamos aquí para observar, analizar, juzgar y sentenciar de tal forma que aprendas a ser mejor. No hay nada malo con ser un hambriento sin dinero si estás luchando en buena lid de salir de tu miseria. Vivir conforme a ella sin esconderla es un acto de honor, dignidad y valentía.
  • ¿Qué tiene que ver eso con los jueces y las togas?
  • Sencillo mi querido Fermín. Los jueces no tienen la capacidad, el privilegio, la altura y la sabiduría que tenemos los changos.
  • ¿Y tú me hablas a mí de los egos, de humildad y todas esas cosas? 
  • ¿Quién mejor que yo que soy el chango maestro? De paso, no me andes tuteando que eso es cosa de políticos irrespetuosos, confianzudos e igualados. Llevo toda mi vida en la Universidad y soy descendiente directo del primer chango que se le cagó en la toga al mismísimo Jaime Benítez. Coger la cagada de un chango es un privilegio y más aún si es de mi alcurnia. 
  • Ok.
  • Pues como te decía, ya que los jueces son meros abogados con suerte y buenas conexiones, llegan muy necesitados de todas las cosas que nos caracterizan a los changos. Sobre todo de esa capacidad para ver la gran imagen, el “big picture” como les gusta decir a los jíbaros. Son gente muy desconectada y hay que conectarlos y elevarlos para que vean esa gran imagen sobre todas las cosas que les permita juzgar.
  • ¿Y cómo se conectan? Me dicen que los que van a la escuela de leyes son los más blanquitos y riquitos del país, que ya están conectados.
  • No hablo de esa clase de conexión. Efectivamente están conectados con el poder, con el gobierno, pero desconectados con el pueblo.
  • ¿Y no los enseñan en las escuelas de derecho a abstraerse de esa realidad socio-económica y política para poder ser buenos abogados, mejores jueces? 
  • Ja ja ja. Eres un genuino soñador que compró el sueño de la igualdad, la justicia y el bla bla bla… ¡No! Por eso hemos creado las togas para jueces…El mismo gobierno nos han contratado para venderles estas togas hechas con fibra de pluma de chango para que resuelvan ese problema de circuitos neuronales, éticos, humanos y de toda clase en los jueces. 
  • ¿Ah sí? ¿Y cómo funcionan?
  • Mira allí, hay una toga para juez Superior. Ábrela y obsérvala.
  • ¡Wow! ¡Está llena de luces, como si tuviera contenida una noche iluminada por estrellas y cuerpos celestes! Parece magia…
  •  Por eso las proveemos al gobierno. ¿O crees que tanta sabiduría en tanto ser simplón automáticamente se deba al vestir cualquier toga? No, no, mi querido Fermín, esa magia se logra sólo con estas togas para aquellos que no lo trajeron de nacimiento ni se cultivaron lo suficiente. 
  • ¿Pero y las escuelas de derecho, no preparan a los estudiantes para ser excelentes juristas?
  • Ja. Eso es un chiste. Las escuelas de derecho son la fábrica por excelencia de la mediocridad imperante. Su misión es recibir estudiantes del crisol social de acuerdo a la escuela que sea. Las más prestigiosas reciben a la llamada crema y nata social. A esos que siempre mantuvieron grado de excelencia dentro de los cuatro puntos. Las otras, reclutan a muchos buenos y excelentes que por ser hijos de menos afortunados no lograron mantenerse dentro de cierto grado de excelencia académica; pero también reciben a los menos talentosos o menos aprovechados en los estudios previos, quienes por ser hijos de don dinero, logran la entrada y más aún alcanzan los promedios que ya ni los más inteligentes de la otra escuela se les permite disfrutar. Entonces tenemos entre los graduados unos malos que pasan como buenos y unos buenos que pasan como malos. Los ya preseleccionados desde antes de llegar a la escuela serán los que compondrán el grupo selecto de jueces que tan mal juzgarían al pueblo que no conoce, a no ser que hubieran tenido acceso a estas togas de chango prieto.
  • Togas de chango prieto…
  • Sí. Estas son las verdaderas togas cuya luz se conecta con las neuronas de los jueces nombrados por el ejecutivo y confirmados en el senado. Así es que la inteligencia y sabiduaría que nunca tuvieron al entrar a esas escuelas de leyes y menos desarrollaron en esos tres o cuatro años de atragantamiento jurídico insensato y deshumanizante, es complementado por la tecnología changa. ¿Tú nunca escuchaste decir este juez o jueza es la changa? De ahí viene el refrán, le dijo el viejo chango mostrando una sonrisa pícara llena de dientes imaginarios.
  • ¿Y aquellas otras togas?
  • ¡Ni las mires, te vas a quedar ciego! ¡Esas son las de los PhD, los iluminados!

Ni la mires, los iluminados, ni la mires… Poco a poco iba regresando Fermín Prieto, de aquel mareo por el bajón de azúcar, la empanadilla aún empuñada y sin probar, era picoteada por un chango de plumas alborotadas y curtidas en los lodazales del último aguacero universitario. Se levantó como pudo, se tragó un sobrecito de azúcar para revivir aún más y se fue caminando al hospedaje pensando en las togas o en las escuelas genuinas para jueces, para no necesitar ni aparentar magia, las que fueran verdaderas, como las que anhelaba un día vestir sin artificio de conexión alguna, ganada por sacrificio y esmero propio si tenía la suerte y la fortuna de conectarse con una pala. Y mientras desviaba su pensamiento por esas aguas, otro chango le asestó una nueva cagada.

Angel espada aka augusto poderes copyright All Rights Reserved 2015.

1 comment:

  1. Audaz relato en que el autor por medio de la conversación de los changos con el estudiante de abogacía hace una crítica a la clase togada del país y a la Universidad. Se vale del humor, la sátira, la ironía,y el surrealismo
    para atacar una realidad que es el uso y costumbre pero que no es lo correcto.Los changos,expresan al lector lo que todos saben, pero no se atreven expresar.

    ReplyDelete